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Masones griegos posan en el vestíbulo de las cariátides en el templo de Erechtheum (Acrópolis de Atenas) |
El pasado lunes 24 de junio se cumplieron 302 años desde aquella mítica reunión de cuatro logias en Londres que habilitara la fase pública de la masonería, con la constitución de la primera Gran Logia de que se guarde memoria. Los hechos y circunstancias, por demás transitados, adquieren una relevancia relativamente menor frente a los contenidos y fundamentos de aquel paso fundacional.
En ese marco, pocos años después el pastor capellán Anderson dictó una lista de normas en un documento conocido como “Constituciones…” cuyo rasgo central fue caracterizar a la Orden como una fraternidad de amplia tolerancia religiosa, filosófica y hasta racial. Con el tiempo, herederos de esa raigambre tradicional desenvolvieron una institución que, no obstante sus progresos físicos e orgánicos, transitó hasta consolidarse hermética en base a principios subalternos tales como por ejemplo, su propia negativa a ingresar personas no creyentes o de sexo femenino, decisiones que han sido explicadas pero nunca para satisfacción general.
Rescatando los loables objetivos originales, casi en un intento de refundación de la masonería liberal, en 1961 se creó el Centro de Comunicación e Información de las Potencias Firmantes del Llamado de Estrasburgo (en francés, Centre de liaison et d'information des puissances maçonniques signataires de l'appel de Strasbourg) (CLIPSAS), una organización internacional de jurisdicciones soberanas francmasónicas que hoy cuenta con más de un centenar de miembros.
Al respecto, y para recordar los 302 años de la fundación de la Gran Logia de Londres, sus fines y objetivos contenidos en las Constituciones de Anderson y la actualización doctrinaria planteada por CLIPSAS, nada mejor que compartir un documento que compara estos episodios y proyecta claridad a los significados profundos.